Las primeras épocas fueron muy difíciles y se comprueba en dos noticias que los diarios de entonces publicaron. Por ejemplo: en el diario “Regeneración” del 25.II.1875 se noticia bajo el título de “Robo- Al telegrafista que reparaba el cable del otro lado del Río Negro, Sr. Melchiore, fue asaltado por un malhechor que le robó el dinero que tenía”.

Y poco tiempo después se repite el hecho con consecuencias de heridas al trabajador del telégrafo.

Otro contratiempo, que aún hoy se practica, era el continuo robo de los cables que se habían tendido hacia la costa del departamento de Río Negro, dejando interrumpidas las trasmisiones de la tan necesitada misión que cumplía el telégrafo. 

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Los entrevistados, Gadea y Nicora, hacían mención a la actuación que tuvieron los telegrafistas en las inundaciones de 1959, en donde debían extender sus horarios para poder atender los reclamos que llegaban a través de todas las líneas y en muchos casos tratar de lograr conectarse haciendo puentes con otras estaciones, ya que varias líneas estaban interrumpidas, debiendo intentar varias combinaciones para hacer llegar a destino los mensajes. Ante esa emergencia trabajaban las 24 horas del día.

Se recuerda aquí la actuación del mercedario Leonidas González San Julián que se desempeñaba en Paso de los Toros como telegrafista y que fuera el último en abandonar esa población, inundada y desalojada  totalmente en ese año. 

Recordemos que a través de los mensajes se pedían remedios, se comunicaban problemas de salud, se solicitaba ayuda, se pedían envíos a establecimientos rurales, se comunicaban nacimientos, defunciones, accidentes, viajes, felicitaciones y cuanto dato hoy se trasmite a través de celulares y otros modernos aparatos.

Mencionaban que existían los telegramas que se catalogaban como “de carácter”, que tenían preferencia pues significaban solicitudes relacionadas con la salud.

El compañerismo existente entre los funcionarios hace que aún se recuerden con nostalgia momentos de  alegría, situaciones diversas, algunas no tanto, anécdotas y nombres de quienes desempeñaron en los últimos tiempos esta profesión, la que debido al uso de determinados dedos, constantemente utilizados en la pulsación de los aparatos, producía “el mancado” que era una enfermedad profesional que tarde o temprano se manifestaba produciendo incapacidades, lo que daba derecho a una jubilación especial.

Datos de 1938 nos indican como funcionarios a Felipe Llaguno, Alfredo Nicora y Venancio Morono, mientras que los entrevistados mencionaron entre otros a Manuel Irastorza, S. Parodi y A. Nicora como jefes y Miguel Cianzio, Domingo Rubbo, “Perico” Falcioni quien fue el último Jefe, Miguel Cruz, Mario Ramírez, Hugo Sabella, Ramón M. Arballo, Mario Ruiz, Walter Gugliota, Carlos Choca, Jorge Chopitea y como mensajeros a Alfredo Paz  y H. Laborda. Fiorelli y Capurro.

Tres turnos atendían la enorme demanda, que se explica pues era más rápido y efectiva la trasmisión telegráfica que las llamadas telefónicas las que demoraban horas y horas, por lo que se atendía de 7,30 a 13- de 13 a 18 horas y de 18 a 22,30.

El nombre adjudicado al barrio conocido como “Palo Alto” se debió a la instalación en la orilla del Río Negro de un alto y grueso palo desde el que partían hacia la otra orilla, hacia un palo semejante, los dos hilos de cobre que conectaban con Fray Bentos. La conexión con Paysandú se hacía a través de 4 hilos de cobre igual que a Trinidad. 

Otra anécdota la propició Falcioni, aprovechando que los resultados de la quiniela se comunicaban por teléfono y antes se sabían a través del telégrafo por los funcionarios. Llegó al “Bar Bristol” y para hacer una broma, en rueda de mostrador manifestó que había jugado al 211- siendo sabedor de que ese número ya lo conocían en el telégrafo que estaba entonces a unos pasos de aquel lugar- y cuando llega la noticia de que había encabezado la tabla ese número, fue felicitado Falcioni por todos los concurrentes que lo obsequiaron con varias vueltas de bebida. (Bromas de la época)

Fundamental para el desempeño como telegrafista eran el oído y la rapidez en las pulsaciones del  “saliente”, el que se pulsaba entre 50 a 70 veces según el funcionario, conociéndose entre ellos de una a otra oficina por la manera de efectuar su trabajo, individualizándose ellos con letras, generalmente iniciales de sus nombres. 

La radio telegrafía y luego la teletipo fueron minando esa admirable tarea profesional, desapareciendo poco a poco la necesidad de la utilización de este medio de comunicación, invención de Morse con la participación de otros varios precursores en su perfección.

Se producían habitualmente desperfectos en los hilos por distintas circunstancias, en cuyo caso entraban en movimiento los denominados “roldaneros” o guarda hilos, los que se distribuían cada tantos kilómetros  debiendo atender y solucionar esas interrupciones, orientados por un aparato que les señalaba, casi sin error, el sitio del problema.

Sin duda que hemos perdido, por el paso agigantado del progreso, un gran servicio que en su tiempo significó un gran paso adelante en materia de comunicación.

Agradecemos a Alfredo Ciriaco Nicora y Ricardo   Gadea Mazzoni los datos brindados para efectivizar estas notas.